
A un corresponsal de guerra
Ni abrazos, ni palmadas,
ni lágrimas, ni rezos
al hombre que vuelve
destruido
del campo de batalla.
¿De qué le servirán , cuando él ha visto
los ojos de los niños en el suelo,
la sangre de los niños en la arena,
la vida de los niños
en una cartuchera?
Fue allí para contar a otros
cómo se abren las flores de la guerra,
mezclando átomos de vida
con el viento acre de la pólvora.
Y vuelve con imágenes que no quiere,
que no puede compartir
porque le duelen.
No lloréis, porque no sirve de nada:
es inútil llorar después del drama.
¡Clamad, clamad justicia con él,
acompañad su viaje,
levantad las manos tras su sombra
para que el mundo las vea,
y tal vez, en algún punto,
estalle la paz sobre la tierra!
Myriam Irós Bourdichon
Ni abrazos, ni palmadas,
ni lágrimas, ni rezos
al hombre que vuelve
destruido
del campo de batalla.
¿De qué le servirán , cuando él ha visto
los ojos de los niños en el suelo,
la sangre de los niños en la arena,
la vida de los niños
en una cartuchera?
Fue allí para contar a otros
cómo se abren las flores de la guerra,
mezclando átomos de vida
con el viento acre de la pólvora.
Y vuelve con imágenes que no quiere,
que no puede compartir
porque le duelen.
No lloréis, porque no sirve de nada:
es inútil llorar después del drama.
¡Clamad, clamad justicia con él,
acompañad su viaje,
levantad las manos tras su sombra
para que el mundo las vea,
y tal vez, en algún punto,
estalle la paz sobre la tierra!
Myriam Irós Bourdichon
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